El reconocimiento, el agradecimiento, tanto propio como ajeno, valorarnos y felicitarnos a nosotros mismos y a los demás, en cualquier ámbito de la vida (laboral, pareja, familia, amigos…), parece ser un tema olvidado y poco fomentado en nuestra sociedad.
Partimos de la base de que todas las personas necesitamos reconocimiento., ya que el reconocimiento está en la base del autoestima de los niños, en la «palmadita» que necesita el empleado para rendir mejor, en fortalecer el vínculo en las relaciones de pareja…
Además, el reconocimiento es una de las necesidades humanas básicas recogidas dentro de la Pirámide de Maslow (es una teoría psicológica acerca de la motivación y las necesidades de los seres humanos, es decir, lo que nos lleva a actuar de la forma en que lo hacemos).
Según Maslow, una vez que hemos satisfecho las necesidades anteriores, aparece la necesidad de reconocimiento para favorecer y fortalecer nuestra autoestima, fundamental para lograr el equilibrio mental.
Cuando la persona se valora a si misma, reconoce sus logros y respeta a los demás, se siente segura de sí misma y se siente parte de la sociedad.
El reconocimiento propio: el aprecio por uno mismo
El aprecio por uno mismo es una forma de relacionarnos con lo bueno y positivo que tenemos. No es una etiqueta, un juicio, ni una definición.
En ocasiones nos resulta más difícil ver lo bueno de nosotros que lo malo, ya que nuestra mente parece estar diseñada para la supervivencia (identificar problemas y solucionarlos).
Sin embargo, si percibimos lo bueno de nosotros, conseguiremos contrarrestar esa tendencia hacia la negatividad.
Otra de las razones puede deberse a la creencia errónea de parecer engreídos y por ello a muchas personas les cuesta aceptar cumplidos y si no, pensad como soléis responder ante un cumplido… con timidez, ¿verdad?
Tendemos a minimizar nuestros puntos buenos por miedo a imponernos unas expectativas demasiado altas y ser juzgados por ello. Por ejemplo, ante cualquier actividad deportiva, si insisto en lo mal que se me da, si lo hago bien o mal, siempre recibiré una buena respuesta por parte de los demás.
El reconocimiento hacia nosotros mismos nos sirve para reconocer y validar nuestras capacidades, cualidades, imagen corporal, logros etc.
Como veremos en el siguiente apartado, es cierto que necesitamos el reconocimiento y aprobación por parte de los otros, pero el problema viene cuando tratamos de buscar continuamente ese reconocimiento externo. Esto puede llevarnos a la frustración y a la dependencia y generarnos gran malestar.
Por ello, debemos encontrar el equilibrio entre el reconocimiento que nos damos a nosotros mismos y el que buscamos en los demás.
Nosotros debemos ser nuestra primera fuente de agua, no podemos estar buscando continuamente el agua en las fuentes de los demás.
Cuando somos capaces de disfrutar de nuestras virtudes y de valorarnos a nosotros mismos, reconociendo que todos tenemos puntos fuertes y débiles, nos sentiremos libres e independientes y construiremos relaciones personales más sólidas.
El reconocimiento ajeno
Como hemos dicho en el apartado anterior, nos cuesta aceptar cumplidos, aun sabiendo que los cumplidos sientan mucho mejor que los insultos. En muchas ocasiones nos cuesta tomarlos en serio y apenas los disfrutamos.
Hay otras veces que nos cortamos a la hora de hacer un cumplido o de reconocer el trabajo o la conducta de alguien, porque no queremos que nos tachen de «pelotas» o piensen que tenemos una intención oculta. Seguro que alguna vez te ha pasado, le has dicho algo bueno a alguien y te ha contestado «a ver, que quieres…».
De nuevo, estamos ante un problema social, en donde el reconocimiento ajeno, puede dar lugar a connotaciones negativas.
Necesitamos que los demás nos validen y nos refuercen lo que hacemos. Ya lo dicen las leyes básicas del aprendizaje, si una conducta se refuerza, se repetirá y mantendrá.
Como somos seres sociales, lo que los demás digan u opinen de nosotros, nos influirá. Por ello, es importante trabajar para no dejarnos llevar demasiado por las opiniones de los demás, sobre todo cuando las opiniones no sean del todo positivas, ya que son con las que más nos quedamos, obviando las positivas.
La alegría empática o «mudita» (uno de los fundamentos del bienestar según el budismo) según nos cuenta Kristin Neff en su libro «Se amable contigo mismo», es un estado que se consigue cuando nos alegramos por los demás.
Es decir, si me preocupo por ti y por tu bienestar, te desearé lo mejor, sin caer en envidias ni comparaciones.
Cuando somos conscientes de las cualidades positivas de los demás, sin darlas por hecho, las apreciaremos al máximo.
Para finalizar os propongo unos ejercicios:
- Apreciarse a uno mismo: escribe 10 cosas positivas sobre ti que te gusten o aprecies.
- Diario de cosas positivas: apunta cada día, 3 o más cosas positivas que has hecho o te han pasado.
- Regala palabras bonitas: vamos a decir algo positivo por lo menos a una persona cada día, ya sea un familiar, un amigo, un compañero etc.
El principio más profundo de la naturaleza humana es el anhelo de ser apreciado. William James.
Gracias Triana por los artículos.
Muchas gracias por tu comentario Fernando! Un saludo.
Es importante que me reconozca mi esfuerzo con algo material ??? De qué me sirve ??